SANTISIMA VIRGEN DEL BUEN SUCESO

Señora y Madre: mira cómo el mal está invadiendo todo, el corazón, la familia, la sociedad, la Patria.
Los niños ya no caminan por los caminos de la inocencia. Los jóvenes, aturdidos por sus pasatiempos, ya no acuden, como antes, ante tu altar, en demanda de tus maternales bendiciones; ni buscan la luz de tus miradas para disipar las sombras de la duda que el mundo amontona en el camino.

Las madres se están olvidando que el hogar es la escuela del bien, y éllas sus primeras maestras… El hogar de hoy no es la fronda de ayer, donde era interminable el rumor de la plegaria…

En la escuela ni se reza, ni se cantan tus grandezas. En el hogar, ni se cree en la santa Providencia que tiene contado los cabellos de la cabeza y las penas del corazón, ni se espera el auxilio misericordioso de tu maternal corazón.

La Patria, en esta hora, es el pobre viajero del Evangelio, caído en manos de ladrones… acribillada de heridas medio muerta, sin el alivio de ninguna esperanza humana.

Dulce Madre mía: cuida a esos niños abandonados que se pierden por no tener a nadie en la vida… Protege a los jóvenes para que sus plantas no se hundan en los fangales del vicio… Enseña a las madres el don divino de ser madres; el deber que tienen de modelar el corazón de los hijos a costa de cualquier sacrificio, de salvarlos con la misteriosa plegaria de sus lágrimas…

Si Tú no vienes en auxilio de esta Patria agonizante, desaparecerá de entre el rol de los pueblos cristiano, Tú corazón es ánfora de inefables ternuras: vierte una gota de bálsamo sobre sus heridas y vivirá…

Amén

Imagen de Nuestra Señora del Buen Suceso, venerada en el Monasterio de la Concepción (Chile y García Moreno, Quito).